¿Quiero ser fecundo en mi tarea como
animador vocacional?
Ser fecundo significa producir resultados
buenos y abundantes, tener muchos logros en lo que se realiza. Toda persona que
hace una actividad o un trabajo quiere ser
fecundo. De hecho como animadores vocacionales
también queremos ser fructíferos. No
tiene sentido emprender el camino de animador vocacional si no se desea ser
fecundo en la labor. Si no fuera así se
convertiría en un deber de obediencia durante algunos años y esa actitud nos llevaría
a alejarnos de la voluntad de Dios.
Los que tenemos esta misión de animadores
vocacionales, definitivamente queremos ser fecundos, esto es el mayor deseo y a la vez el reto más grande;
sentimos que el hecho de llevar a otros a vivir las enseñanzas de Cristo es
parte de la misión en nuestras vidas. Como dice el Evangelii Gaudium «Yo
soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo».
Sentimos además que es una responsabilidad, como hijos de Dios, tratar de ser
fecundos en la tarea de animador e intentar despertar en otros la vocación de
ser un Hermano o laico comprometido con la fe. Como diría el Papa Francisco en
la exhortación apostólica Christus vivit: “Somos llamados por el Señor a participar en
su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las
capacidades que recibimos. Porque nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud
cuando se convierte en ofrenda. Por consiguiente, hay que pensar que: toda
pastoral es vocacional, toda formación es vocacional y toda espiritualidad es
vocacional”.
El éxito en la actividad de animación
vocacional es la esperanza de todos y nos basamos en la frase de nuestro
fundador: “Si esta obra es del hombre
perecerá, pero si es de Dios perdurará para siempre”. Estas son las
palabras que nos inspiran en el cumplimiento del deber como animador vocacional
para poner a Dios en el centro en esas tareas y para que se conviertan en la obra que Dios nos ha
confiado. De lo contrario, seríamos inútiles en la Congregación e incluso en la
Iglesia; porque no sólo no estaríamos haciendo la misión sino que tampoco
permitiríamos que otros la hagan. La
animación vocacional debe ser fecunda, debe generar vida ya que no ser fecundos
sería no dejar “descendencia”.
Un animador vocacional no nace, se hace, igual
que uno aprende a ser herrero forjando,
cuando uno empieza a realizar este servicio, observando lo que hacen
otros animadores vocacionales, proponiendo iniciativas y poniendo empeño, se
aprende. La fecundidad no depende sólo de nosotros, de nuestras acciones, de
nuestras actividades, se fortalece en la comunión con el Señor, en la comunión
con nuestros hermanos y en la comunión con nuestra Casa Común.
Sin embargo, a veces las
expectativas no coinciden con la realidad y nos dejamos llevar por las espinas
y las piedras que nos rodean y se siente que nos faltan herramientas o
conocimientos para dar mejores frutos ya que nos gustaría poder contagiar el carisma
respetando las historias personales, familiares y comunitarias de cada sujeto.
En
el contexto actual es muy desafiante conseguir vocaciones reales o dignas y puede
aparecer la tentación de dejárselo todo a Dios o a los otros ante las
dificultades y la esterilidad que se vislumbra en el desarrollo de esta misión.
Sin embargo, la sabiduría de la vida nos enseña a hacernos cargo de los
problemas tomando conciencia de su existencia, sin negarlos ni rechazarlos,
sino acogiéndolos. Por lo tanto hay que hacer todo lo posible para que el
resultado sea el mejor con la cooperación de Dios que llama, para ser
partícipes de su obra. Pero somos nosotros los que tenemos la responsabilidad
de poner los medios para que esa llamada se canalice y cristalice: “que Dios se
sirva de mí para realizar su voluntad” y trabajar así esperanzadamente en la
construcción del Reino.
Como animadores deseamos también
que otros puedan experimentar la vida cristiana vivida desde la perspectiva nazarena
y se sientan parte de una familia. Eso también es darle sentido a lo que hacemos y dotar de sentido nuestra propia vida: buscando siempre que la persona se apasione de las cosas de Dios, se anime a
tener una experiencia con este Dios que nos ha regalado su amor y que conozca
el carisma del Hermano Gabriel, que debe seguir viviendo y marcando una diferencia en las comunidades y
en las escuelas. Queremos dejar descendencia y tenemos que saber que cada
candidato encontrado es un “posible Hermano”. También intentamos ayudar a las
personas a través del Evangelio para que puedan entender el sentido de sus
vidas.
La fecundidad se produce cuando
hay preparación y confianza en la tarea o misión que se lleva a cabo. Los
frutos vocacionales, o sea los resultados no suelen seguir los criterios
humanos, ni los objetivos de tiempo o las horas de trabajo. La lógica de Dios,
que también es vocación, tiene otros criterios: perseverancia, confianza, entrega,
armonía, cercanía.
Quizá la pregunta sea: ¿CÓMO?
- Observando las necesidades locales
y las del entorno,
- tratando de desarrollar en un carácter capaz de ayudar a los
demás,
- confiando en la gracia, respondiendo con responsabilidad al llamado de
lo que Dios quiere para nosotros en cada circunstancia de la vida,
- discerniendo
permanentemente bajo el soplo del Espíritu de Jesús por la fecundidad de la
Iglesia, prosperidad del Instituto y de nuestra Familia SaFa,
Eso es lo más importante en el trabajo
que realizamos, que la semilla que se siembre en el corazón de los jóvenes
pueda brotar y dar frutos, teniendo la capacidad de reinventarnos, con el
testimonio de vida, irradiando luz y esperanza en las familias y comunidades, a
través de la oración, de la comunicación, de la disponibilidad y la escucha, aprendiendo
tanto de la experiencia personal como de las experiencias de otros hermanos y
hermanas, trabajando en equipo, poniendo nuestros dones al servicio de la
pastoral, de la tarea concreta enmarcada en el carisma propio de los Hermanos. Por
otro lado, es importante la paciencia y el respeto de los tiempos y procesos de
cada candidato y la perseverancia. Éstos son algunos de los medios que hacen posible
que la misión de animación vocacional pase de la teoría a la realidad, que se
encarne.
Es cierto, también que hay momentos
difíciles en los que no es fácil la misión, pero precisamente hay que
observarlos desde la óptica de la
oportunidad. Una de las frases que marcan mucho la tarea pastoral es: Donde
abundó el pecado sobreabundó la GRACIA. Esto alienta cuando todo se
vuelve en contra, porque el grano de trigo debe morir para ser fecundo, por lo tanto, no siempre será fácil y siempre será un riesgo y una aventura. Pero indudablemente
el anhelo más grande como animadores vocacionales es ver los frutos y verlos en
abundancia.