En la animación vocacional: ¿Me cuestiono como animador?
Ante todo, un animador vocacional, como cualquier otro profesional, necesita estar siempre en fase de cuestionamiento y formación. El cuestionamiento es una necesidad que guía nuestras acciones para hacernos crecer.
La primera pregunta que debería hacerse entonces un animador vocacional es: ¿Estoy contento con mi vocación?, ¿Mi confianza en Dios es lo suficientemente fuerte?, ¿Hasta qué punto he sido capaz de verme y evaluarme como un buen medio para que Dios me utilice como animador vocacional?
Cuestionarnos permite también no caer en el inmovilismo, saber adaptar las situaciones a las realidades o necesidades que lo requieran para evitar volvernos obsoletos en la proposición del plan de Dios. A partir de ahí seguirán los cuestionamientos para convertirnos en mediadores creíbles en la animación vocacional e irán surgiendo otras preguntas para poder llevar a cabo este servicio de manera honesta y responsable.
Mientras se lleva a cabo la animación hay un tiempo para reflexionar sobre cómo me preparo antes de la tarea a realizar, qué estrategias debo utilizar para tener éxito y si lo que estamos haciendo es lo que Dios espera de nosotros.
El cuestionamiento puede ser el motor de la animación vocacional cuando nos damos cuenta que no tenemos las respuestas en nuestras manos, que la vida es dinámica y que cada día exige resoluciones diferentes porque las preguntas también cambian.
Debemos cuestionarnos continuamente para saber si la otra persona nos comprendió. Suele pasar que uno dice o hace algo, pero la otra persona lo decodifica e interpreta distinto.
Cuestionarnos sobre cómo estamos haciendo las cosas, revisar y evaluar ayuda a descubrir nuevas posibilidades y a identificar los problemas para dar lugar a soluciones nuevas, los problemas tienen el poder pedagógico de fomentar la creatividad.
Obviamente que a cada paso nos iremos preguntando cómo podemos mejorar, si podemos atender a las necesidades que se nos plantean en la pastoral, la manera en que podemos hacer llegar el mensaje, si somos creíbles, si sabemos mirar a los candidatos de manera activa, con entusiasmo y alegría, si estamos poniendo todo el esfuerzo.
En el caso de ser un Hermano animador se suman cuestionamientos relacionados a la vida de la Congregación y en comunidad, ya que un Hermano elegido por Dios debe hacer Su voluntad y promover a muchas personas para la Congregación.
Entonces el cuestionamiento sería: ¿Me gusta seguir la misión de Dios y de la Iglesia? ¿Tengo pertenencia a la Congregación? ¿Soy un buen Hermano religioso? ¿Cómo puedo vivir mejor mi consagración? ¿Estoy colaborando y participando en la misión del Instituto para promover las vocaciones? ¿Hago mi trabajo en nombre de nuestra Congregación y en el nombre de Jesús?
A partir de ahí y en relación a la actividad de animador vocacional de futuros candidatos, el cuestionamiento primordial es saber cómo en la actualidad la llamada de Dios puede llegar a nuestros adolescentes y jóvenes, si somos fieles a la misión, si tenemos constancia, si nos estamos comunicando claramente con ellos. Si no hay respuestas de parte de los jóvenes al plan de Dios debemos preguntarnos cómo es el testimonio que damos y en qué estamos fallando.
¿SOY un mediador CREÍBLE?
Ser un animador vocacional creíble es todo un desafío ya que corremos el riesgo de predicar algo que no vivimos todo el tiempo. Por eso es tan importante la humildad, que nunca nos creamos más dignos o más cercanos a Dios que los demás.
Somos creíbles cuando presentamos a Jesús y no a nosotros mismos, cuando vivimos el carisma y no una idea, cuando confiamos en la gracia y en la comunidad que nos acompaña y apoya y no en nuestras fuerzas, enfrentando los desafíos, aceptando la realidad, entendiendo el escenario actual y ajustándonos a ello con el equipo de formación.
Para ser mediadores creíbles debemos ser coherentes entre lo que creemos, pensamos, decimos y hacemos, respetando lo acordado y programado, a través del testimonio de vida. Si no fuera así se perdería autoridad moral para evangelizar.
Somos creíbles viviendo primero nuestra propia vocación, mostrándola y expresándola, abriéndonos y proyectando otras formas de vivir la fe, de animar y acompañar.
A su vez somos “fiables” si confiamos en nosotros mismos, por eso es importante trabajar la autoconfianza que surge de la confianza en Dios. Confiar en uno inspira confianza en los demás y hace que el acompañado perciba no una respuesta ya hecha y acabada, sino una respuesta actualizada.
Por último, es fundamental mostrar con alegría la vocación que elegimos, viviendo la vocación de forma auténtica y feliz. Los candidatos tienen que percibir que somos felices y que nos sentimos realizados con nuestra vocación. De esta manera tendremos argumentos y experiencias para convencer y animar a otras personas a formar parte de este proyecto, teniendo claro que lo que hago no es un trabajo, sino una misión.